Resucitado y Victoria - Guadix

martes, 23 de diciembre de 2014

Texto del VI Pregón de Navidad 2014

Texto del Pregón de Navidad de Guadix 2014 a cargo de Fray Hermenegildo García Oliva

- Presentación a cargo Encarnación Molero:

Estimadas autoridades, compañeros, accitanos y accitanos, amigos todos, buenas noches.
Un año más, nos reunimos en el acto del VI Pregón de Navidad de Guadix para recordar el significado de ésta, de cómo debe reflejarse en la vida de los cristianos, en el amor, en los demás, en la solidaridad, en el compartir, ...
Sin olvidarnos de que también es una fiesta cargada de alegría, ilusión y esperanza.
Esta noche pregonará nuestra Navidad accitana, Fray Hermenegildo García Oliva, Superior de la Comunidad de los Hermanos Fossores de la Misecordía.
Y qué voy a decir yo de mi Fray.
A lo largo de mi vida siempre ha estado presente en los acontecimientos más destacados de mi familia, como uno más.
Gracias a mi abuela Carmen, desde muy pequeña empecé a ir a misa a la Capilla de los Fossores y, a partir de ahí, mi contacto con los Hermanos Fossores fue constante, día a día, durante toda mi vida.

Comenzó su vida laboral como peón de albañil. Todos conocéis sus minuciosos trabajos en los suelos de los patios del Cementerio y la dedicación al mantenimiento del camposanto.
A la edad de 21 años ingresó en la comunidad de los Hermanos Fossores de la Misericordia, siendo su primer destino el cementerio de Huelva. Posteriormente estuvo en Jeréz de la Frontera, Logroño, Felamix (Mallorca) y, por último, Guadix.
Ha sido maestro de novicios en varias ocasiones, la primera de ellas en abril de 1969, y superior general de la comunidad en cuatro ocasiones, la última desde el año 2006 hasta la actualidad.
Debo destacar su dedicación y trabajo en el cementerio de San José. dando sepultura a los muertos y rezando a Dios por los vivos y difuntos. Pero, sobre todo, su labor de cuidador para los hermanos fossores más mayores.
Durante muchos años fue el máximo apoyo de Fray José María de Jesús Crucificado, fundador de la Comunidad, y a su fallecimiento, trasladó todo su amor y esfuerzo a los hermanos Fray Tobías, Fray Florentino, y en la actualidad a Fray Manuel.
Hoy en día sigue entregado a la tarea que le inculcaron sus padres, dar de comer al hambriento y de beber al sediento, siendo el coordinador de los comedores que Emaús tiene en Guadix y Baza.
Para quien no lo conoce bien, le describiré sus grandes aficiones: la música clásica y su pasión por los Belenes.
Fray Hermenegildo es un gran belenista, un enamorado del Nacimiento del Hijo de Dios. Cada año suele diseñar e instalar el belén en la cueva capilla que tiene la Comunidad en el Camposanto accitano.
Son varios los premios que ha obtenido en estos años, pero con lo que más disfruta es con la visita de todos los accitanos, a quienes explica de forma detallada los aspectos más reseñables del belén.
Fray Hermenegildo es, ante todo, una persona cercana, accesible para todos y apoyo constante de los necesitados. Su legado de amor, dedicación y trabajo perdurará entre todos nosotros a lo largo del tiempo.
No deseo extenderme más, así que les dejo a todos ustedes con el sexto Pregonero de la Navidad Accitana, Fray Hermenegildo García Oliva.

- Pregón de Navidad

Os anunciamos, hermanos, una buena noticia,
una gran alegría para el pueblo;
escuchadle con corazón gozoso.
Habían pasado miles y miles de años
desde que, al principio, Dios creó el cielo y la tierra
e hizo al hombre a su imagen y semejanza;
y miles y miles de años desde que cesó el diluvio y el Altisimo hizo resplandecer el arco iris, signo de alianza y de paz.
Cerca de dos mil años después que Abrahán,
nuestro padre en la fe, dejará su patria;
1250 años después que los israelitas,
guiados por Moisés, salieran de Egipto;
mil años después de la unción de David como rey;
mientras sobre toda la tierra reinaba la paz,
en la sexta edad del mundo,
hace 2014 años,
en Belén de Judá, pueblo humilde de Israel,
ocupado entonces por los romanos,
en un pesebre, porque no tenían sitio en la posada,
de María virgen, esposa de José,
de la casa y familia de David,
NACIÓ JESÚS,
Dios eterno,
Hijo del eterno Padre y hombre verdadero,
llamado Mesías y Cristo,
que es el Salvador que la humanidad esperaba.


Dignas y respetables Autoridades eclesiásticas y civiles.
Hermanos míos en religión.
Familiares, amigas y amigos:
Un año más nos disponemos a celebrar la Navidad. Y lo hacemos transidos de la Fe, Esperanza y Caridad. De Fe, porque el Nacimiento de Jesús no sólo es el de un personaje histórico de enorme trascendencia, sino que es el del Hijo de Dios que se ha hecho hombre para salvarnos; y esto no se entiende sin la Fe. De Esperanza, porque para nosotros solamente en él tiene sentido la vida y caminamos por ella sabiendo que al final nos encontraremos gozosamente con él. De Caridad, porque la Navidad no se entiende sin amor. La venida de Cristo al mundo fue justamente porque, como dice Jesús, según el Evangelio de San Juan, "tanto amó Dios al mundo que le entregó a su Hijo único para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna". Y su venida, que ahora celebramos, fue un manantial perenne de amor entre los hombres y para el futuro de la Humanidad.

Dicho esto, que constituye una verdad fundamental en nuestro Credo y que es la razón de nuestro gozo navideño, mi intervención no va a ser un comentario a este misterio, sobradamente conocido. Quiero centrarlo más bien en el hecho de que Jesús, aunque concebido milagrosamente en el seno de María por obra del Espíritu Santo, nació cono un Niño cualquiera. Más aún, nació tan pobremente que su cuna fue un pesebre y su lugar de nacimiento no fue la maternidad de un hospital, sino un establo de animales. Y esto me trae a la memoria la realidad actual de millones de niños que en el mundo nacen y viven en condiciones semejantes a las de Jesús. Efectivamente, compruebo los siguientes casos reales, tomados de la prensa:

En mitad de la calle, tirado sobre el asfalto de la ciudad, rodeado por la indiferencia de los transeúntes que corren llevando en los brazos las últimas compras de las rebajas, hay un niño.

En el campo de refugiados, polvoriento y atroz, en mitad de un pasillo entre las tiendas de lona que usan como viviendas, hay un niño.

Entre las ruinas de un pueblo destrozado por la guerra, refugiado bajo el arco de piedra que durante siglos sostuvo la cúpula de una iglesia, temblando de miedo, frente al francotirador que abatió hace un momento a su madre, hay un niño.

En la fabrica de ropa barato, bajo el vaho de los productos químicos curtiendo los pulmones en el aire irrespirable, sin comida y sin escuela, hay un niño.

En el burdel donde trabaja su madre atendiendo a los turistas que se presenta allí para agotar experiencias, hay un niño.

En el vientre de la ejecutiva que cometió un error y ahora quiere liberarse del absurdo embarazo, hay un niño.

En la unidad de oncología del gran hospital, con la cabeza afeitada y la esperanza en los ojos para iluminar la desesperación de sus padres, hay un niño.

En el primer lugar del paraíso, junto a las manos creadoras de Dios, hay un niño.

En nuestro corazón, en nuestros insomnios, en nuestras manos, en nuestra voz, debería haber un niño.

A estos datos podríamos añadir otros de los que viven precariamente en países del tercer mundo, niños que son obligados a trabajar desde su más tierna infancia, niños que son explotados sexualmente con la aprobación  o indiferencia de sus padres y autoridades, niños que carecen de salud o de una alimentación suficiente destinados a morir prematuramente. Niños de la calle que viven en un abandono total expuestos a toda clase de vicios y abusos. Niños en fin que no tienen escuelas donde educarse y forjar su futuro.

Todos estos casos denuncian la existencia de una sociedad mundial injusta, de la que no existe un reparto equitativo de las riquezas, en la que países del norte explotan a los del sur apropiándose de sus riquezas naturales a cambio de salarios ruines. Una sociedad que cuenta con organismos internacionales para controlar y fomentar la economía, la paz y la sanidad en todo el mundo pero que a la hora de la verdad son incapaces de conseguirlo porque se someten a los intereses de los más poderosos, ejemplo claro de ello son los objetivos del tercer milenio  que fueron adoptados por Naciones Unidas a principio de este siglo y que, a las puertas del año 2015, que fue el plazo que se dieron, están muy lejos de cumplirlos. Una sociedad, en definitiva fracasada en la que sigue habiendo guerras, genocidios, corrupción, y un reparto tan injusto de los bienes de la tierra que el 20% de sus habitantes disponen del 80% de los restantes habitantes. Es el caso ejemplificado, para entendernos, de una tortilla dividida en 10 partes iguales, de las cuales ocho partes serían para sólo 2 comensales y solamente 2 partes para las otras 8 personas sentadas a la misma mesa.

Ante esta realidad, ¿qué podemos hacer nosotros que, en principio, carecemos de medios adecuados para remediar estos casos que afectan a la infancia?. A primera vista, nada. Pero, si reflexionamos un poco, es posible que podamos hacer algo.

Ante todo, podemos - y debemos- tomar conciencia de lo que ocurre a nuestro alrededor, saliendo de nuestra comodidad y observando el mundo de las familias que viven cerca de nosotros y, si en ellas hay niños mal atendidos o en situación de riesgo, actuar de forma discreta y, con mucha caridad, ofrecerles nuestra ayuda o darles nuestro consejo. Si no lo podemos hacer personalmente, podríamos recurrir a una autoridad, o al párroco correspondiente, o a Cáritas, para que ellos, que normalmente disponen de recursos, dialécticos o materiales, se interesen por el caso y ayuden a solucionarlo. Y, en fin, lo que está siempre a nuestro alcance, es pedir por estas familias y niños, convencidos de que la oración es el medio más poderoso para solventar los problemas, si la hacemos debidamente.

Con respecto a los niños del Tercer Mundo. disponemos de instituciones de la Iglesia que están al servicio de ellos. Me refiero, en primer lugar, a la obra pontificia de la Infancia Misionera, que nos informa de estas situaciones y nos pide nuestra colaboración. Contribuir generosamente con ella es algo fácil y a nuestro alcance. Contamos también con Manos Unidas, obra de la Conferencia Episcopal Española que tiene por finalidad combatir el hambre y sus causas en el mundo. También tiene por finalidad combatir el hambre y sus causas en el mundo. También está a nuestro alcance colaborar con la Colecta que se hace anualmente el segundo domingo de febrero, para sus proyectos de desarrollo, entre los que hay un sector prioritario, que es el de la educación infantil, mediante la construcción de colegios, formación de maestros, creación de hospitales, orfanatos, centros de acogida, etc. Y otro sector importante en esta ONG de la Iglesia, es la atención a la Mujer que, como madre, es la más afectada por la iglesia, es la atención a la mujer que, como madre, es la más afectada por esta problemática, desde la concepción de su hijo hasta la educación en el hogar, pasando por el momento del alumbramiento, en el que muchas mueren por falta de atención sanitaria.

Pero, volviendo a nuestro mundo, a nuestra ciudad, permitiéndome que haga una reflexión sobre la situación de nuestros niños y acerca de sus educación. No entro a analizar casos concretos porque no es de mi incumbencia, ni dispongo de medios para hacerlo. Hablo en términos generales, pero sin generalizar. Quiero decir que me voy a referir a cosas que todos observamos, pero que no son aplicables a todas las familias, aunque si a muchas, admitiendo que hay excepciones ejemplares.

Observo, por ejemplo, que la mayoría de los niños que nacen en Guadix todavía son bautizados, aunque no con la rapidez que en otros tiempos se hacía. Ordinariamente se hace una preparación del bautismo mediante una catequesis a padres y padrinos. En tal catequesis se informa a los padres y padrinos sobre el significado de este sacramento, su importancia, sus efectos y su responsabilidad sobre la educación del bautizado. Tengo entendido que ellos lo escuchan y asiente explicitamente. Pero después, ¿cuántos lo cumplen? ... Es verdad que, en su mayoría, los padres, llegado el momento. apuntan a sus hijos en la catequesis previa de la Primera Comunión. Incluso algunos asisten con ellos y hasta se implican como catequistas. A su término, los niños reciben este gran sacramento, acompañados de sus padres (desgraciadamente muchos ya separados) en una Eucaristía que suelen celebrarse con gran solemnidad y con participación de algunos padres y madres en una especie de manifiesto que leen al finalizar la Santa Misa. Después lo celebran (cada año más) con un banquete en un restaurante, a semejanza de una boda, con menú excelente y hasta con baile al final. Pasado este día ¿qué ocurre? -  Según me dicen algunos sacerdotes, la mayoría de los niños no vuelven a Misa dominical y son pocos los que continúan asistiendo a la Catequesis parroquial para seguir su proceso de formación cristiana, que no ha terminado con la Primera Comunión. Algunos de ellos volverán, ya adolescentes, para preparar su Confirmación. Y otros tal vez vuelvan para hacer el Cursillo Prematrimonial, si es que se casan por la Iglesia. En resumen, ha existido un recorrido, a mi modo de ver, interrumpido, carente de unidad y, por tanto, deficiente, que va a dar como fruto, cristianos adultos poco formados y con una fe superficial, de poca influencia en su vida familiar y social.

Tal vez les parezca a ustedes que esta visión es exagerada o poco propia de la alegría navideña. Pero, desde mi conocimiento de la realidad, considero que no lo es. Y prueba de ello es la frágil consistencia de nuestro cristianismo social. Es verdad que tenemos miles de fieles en nuestras cofradías. Pero ¿cuántos de ellos participan en la Misa dominical, que es el centro y culmen de la semana? ¿cuántos de ellos reciben regularmente los sacramentos de confesión y comunión? ¿cuántos comparten sus bienes con los más necesitados a través de instituciones como Cáritas y Emaús dedicadas a ello? ¿cuántos participan con generosidad en las diferentes colectas que se hacen a través del años para remediar los problemas del mundo y de la Iglesia? ¿cuántos colaboran con su respectiva parroquia en su mantenimiento y progreso pastoral? ¿cuántos viven activamente su fe, confesándola, defendiéndola públicamente y aplicándola en su vida familiar, profesional y social? Y, (permitanmen esta observación personal) ¿cuántos rezan en la ceremonia de los entierros dentro del Camposanto?

Mucho me temo que sean pocos y, por ello mismo dignos de admiración, porque reman contra corriente en una sociedad que, aunque se considere socialmente cristiana, se va dejando influir por el ambiente general de secularización que nos invade a través de los medios de comunicación social, especialmente de la televisión.

Después de esta incursión por el mundo de la infancia a partir del Nacimiento de Jesús-Niño en Belén, que nos disponemos a celebrar, os invito a echar una mirada sobre la forma de celebrar esta gran Festividad en nuestro entorno. Pero teniendo siempre como protagonista especial el mundo de los niños.

La Navidad es, sin duda, la fiesta cristiana más alegre del año. Su importancia es tal que, incluso en países de mayoría pagana, como Japón, se celebra socialmente y se refleja de mil formas: en la iluminación de las calles, en la música callejera de los villancicos, en el esplendor de los comercios, en las cenas familiares y empresariales, etc. Pero, viniendo a nuestro ámbito local, observamos varias formas de celebración:

De una parten, están las familias que, en tales días, viniendo incluso sus integrantes que residen fuera, se reúnen en el hogar paterno para disfrutar de unos días de entrañable convivencia. Familias que, en bastantes casos, tras la cena de Nochebuena, compartida con singular satisfacción, se trasladan conjuntamente a la Catedral o a sus parroquias respectivas para participar en la Eucarístia. Convivencia que se prolonga durante varias jornadas, hasta donde le permiten sus ocupaciones laborales. Jornadas en las que se intercambian regalos y se preparan los infantiles para la Noche de Reyes, Familias, en fin, en las que los niños ocupan un lugar de preferencia, recordando el nacimiento de aquel Gran Niño que viene a la tierra para inaugurar un tiempo nuevo y establecer una nueva alianza de Dios con los Hombres.

Miremos la dulzura del niño, con María y José, y pensemos que aquel que nos dijo "Dejad que los niños se acerquen a mi" será el mismo que nos diga en la hora suprema: "Venid, benditos de mi Padre a heredar el Reino que os tengo preparado, porque tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, fui forastero y me hospedasteis, estuve desnudo y me vestisteis, enfermo y me visitasteis, en la cárcel y vinisteis a verme"

Y como la mayoría de los que estamos aquí tenemos allá arriba un pedacito de nuestro corazón, os invito a todos a rezar por ellos en estos días que se acercan. en agradecimiento a tantas veces que, cuando vivían entre nosotros. depositando un beso en nuestra mejilla, nos decían, como yo ahora os digo, de todo corazón: ¡FELIZ NAVIDAD!.

Muchas Gracias.